El conocimiento que se tiene sobre los deportes practicados por los aborígenes en Venezuela proviene de las referencias que de ellos hicieron los cronistas; a partir de allí se infiere que algunos deportes eran practicados antes del arribo de las naves españolas y otros pueden ser ya producto del proceso de aculturación. En Venezuela, la expresión deportiva se caracterizó, en un principio, por la práctica de la caza y la pesca; los pobladores prehispánicos era diestros en el manejo del arco, flecha y jabalina, realizaban también carreras de postas en función de las comunicaciones o por competencia y efectuaban juegos que eran una invitación al combate, a la caza de animales o como forma de distracción después de las actividades de trabajo diario. En su mayoría, los juegos se llevaban a cabo en torno a una pelota, pero en varias modalidades. La primera de ellas denominada «pelota criolla», de la cual se afirma que existía en el continente americano 2.000 años antes de la llegada de los españoles. En Venezuela la observan por primera vez los europeos en 1530 aproximadamente, en la región que comprende hoy el distrito Torres del estado Lara. Según cronistas e investigadores, los indios xaguas que habitaban en esa región centrooccidental del país, la jugaban con fines míticorreligiosos, para lo cual elaboraban la pelota con el látex de un árbol llamado caucho (Hevea benthamiana, Hevea minor, Hevea rigidifolia) que era muy elástica y al menor impulso, rebotaba muy alto. Entre los guajiros de la región zuliana, se acostumbraba utilizar una pelota hecha de cuero de venado, rellena de algodón, con bastante peso, que debía ser mantenida en el aire. Entre los otomacos de la región de Apure existía otra modalidad; se organizaban en 2 equipos de 12 jugadores cada uno y comenzaban a jugar sin efectuar saques, pero un rechazo muy diestro. La pelota era de caucho, muy grande y debía mantenerse en el aire el mayor tiempo posible, pudiendo ser tocada sólo con el hombro derecho, de lo contrario se anotaba un tanto el equipo contrario; por esta razón los jugadores se arrojaban al suelo para evitar que ésta cayera y así levantarla por los aires nuevamente. Las mujeres, al terminar sus quehaceres, se incorporan al juego con una pala redonda y desde entonces, cambian las reglas, se le permite a los hombres rechazar con cualquier parte del cuerpo ya que el juego con la pala se hace muy violento. Esta especie de fútbol fue observado por los españoles también en las Antillas, con la diferencia de que allí impulsaban la pelota con las caderas, muslos y nalgas, jugándolo hombre y mujeres en ambos equipos, o formando uno de cada sexo. Los indios guaraúnos practican, en épocas posteriores, juegos heredados de sus antepasados, a los cuales se le agregaban elementos hispánicos; entre ellos se cuentan: los que se hacen con una rueda como el gato y el ratón, el acure, el tigre y los zamuros; otros se hacen en colas o hileras, entre ellos: la culebra, el simoku, el gavilán y la gallina, la casita y juegos sueltos como el salto del sapo, el topo y la casa del báquiro. Las niñas juegan a las olas, curiara, toro y a la lucha. Entre los yanomamis, los padres confeccionaban para sus niños, con cualquier madera flexible, un arco minúsculo y sus respectivas flechas, para que fuesen iniciándose en los menesteres futuros. Los pequeños se divertían con elementos de la naturaleza circundante; con el hueso del corozo (Acrocomia sclerocarpa) se hacían trompos; con la palma de cucurito (Maximiliana regia) hacían canoas con canaletes que sus padres les proporcionan. Los adultos jugaban una especie de volibol, sin reglas ni equipos; la pelota que utilizaban era elaborada con la vejiga inflada de la pereza, araguato o báquiro; lo jugaban durante las horas de descanso dándole golpes para mantenerla en el aire. También hacían careras de «cuerpo invertido», es decir que sostenían el cuerpo sobre las palmas de las manos que tocaban el suelo; y jugaban «a la guerra» con flechas viejas a las cuales les quitaban las puntas y les ponían una cabeza hecha de una mazorca de maíz o de plátanos verdes, para así jugar. Hombres y mujeres jugaban con una macana hecha con un vástago de plátano; los jugadores se pintaban de negro, entraban al patio y formaban filas, una rente a la otra; primero las mujeres pegaban a los hombres en la cabeza y luego los hombres respondías. En Turiba, poblado indígena guayanés, se practicaba un juego denominado «la caza del aro», para el cual cortaban bejucos o caña brava y hacía aros, el juego consistía en lanzar uno para que cada miembro de un grupo de cazadores, por turno, tratara de atravesar con su flecha el círculo formado por el aro.
miércoles, 6 de julio de 2011
Deporte Aborigen
El conocimiento que se tiene sobre los deportes practicados por los aborígenes en Venezuela proviene de las referencias que de ellos hicieron los cronistas; a partir de allí se infiere que algunos deportes eran practicados antes del arribo de las naves españolas y otros pueden ser ya producto del proceso de aculturación. En Venezuela, la expresión deportiva se caracterizó, en un principio, por la práctica de la caza y la pesca; los pobladores prehispánicos era diestros en el manejo del arco, flecha y jabalina, realizaban también carreras de postas en función de las comunicaciones o por competencia y efectuaban juegos que eran una invitación al combate, a la caza de animales o como forma de distracción después de las actividades de trabajo diario. En su mayoría, los juegos se llevaban a cabo en torno a una pelota, pero en varias modalidades. La primera de ellas denominada «pelota criolla», de la cual se afirma que existía en el continente americano 2.000 años antes de la llegada de los españoles. En Venezuela la observan por primera vez los europeos en 1530 aproximadamente, en la región que comprende hoy el distrito Torres del estado Lara. Según cronistas e investigadores, los indios xaguas que habitaban en esa región centrooccidental del país, la jugaban con fines míticorreligiosos, para lo cual elaboraban la pelota con el látex de un árbol llamado caucho (Hevea benthamiana, Hevea minor, Hevea rigidifolia) que era muy elástica y al menor impulso, rebotaba muy alto. Entre los guajiros de la región zuliana, se acostumbraba utilizar una pelota hecha de cuero de venado, rellena de algodón, con bastante peso, que debía ser mantenida en el aire. Entre los otomacos de la región de Apure existía otra modalidad; se organizaban en 2 equipos de 12 jugadores cada uno y comenzaban a jugar sin efectuar saques, pero un rechazo muy diestro. La pelota era de caucho, muy grande y debía mantenerse en el aire el mayor tiempo posible, pudiendo ser tocada sólo con el hombro derecho, de lo contrario se anotaba un tanto el equipo contrario; por esta razón los jugadores se arrojaban al suelo para evitar que ésta cayera y así levantarla por los aires nuevamente. Las mujeres, al terminar sus quehaceres, se incorporan al juego con una pala redonda y desde entonces, cambian las reglas, se le permite a los hombres rechazar con cualquier parte del cuerpo ya que el juego con la pala se hace muy violento. Esta especie de fútbol fue observado por los españoles también en las Antillas, con la diferencia de que allí impulsaban la pelota con las caderas, muslos y nalgas, jugándolo hombre y mujeres en ambos equipos, o formando uno de cada sexo. Los indios guaraúnos practican, en épocas posteriores, juegos heredados de sus antepasados, a los cuales se le agregaban elementos hispánicos; entre ellos se cuentan: los que se hacen con una rueda como el gato y el ratón, el acure, el tigre y los zamuros; otros se hacen en colas o hileras, entre ellos: la culebra, el simoku, el gavilán y la gallina, la casita y juegos sueltos como el salto del sapo, el topo y la casa del báquiro. Las niñas juegan a las olas, curiara, toro y a la lucha. Entre los yanomamis, los padres confeccionaban para sus niños, con cualquier madera flexible, un arco minúsculo y sus respectivas flechas, para que fuesen iniciándose en los menesteres futuros. Los pequeños se divertían con elementos de la naturaleza circundante; con el hueso del corozo (Acrocomia sclerocarpa) se hacían trompos; con la palma de cucurito (Maximiliana regia) hacían canoas con canaletes que sus padres les proporcionan. Los adultos jugaban una especie de volibol, sin reglas ni equipos; la pelota que utilizaban era elaborada con la vejiga inflada de la pereza, araguato o báquiro; lo jugaban durante las horas de descanso dándole golpes para mantenerla en el aire. También hacían careras de «cuerpo invertido», es decir que sostenían el cuerpo sobre las palmas de las manos que tocaban el suelo; y jugaban «a la guerra» con flechas viejas a las cuales les quitaban las puntas y les ponían una cabeza hecha de una mazorca de maíz o de plátanos verdes, para así jugar. Hombres y mujeres jugaban con una macana hecha con un vástago de plátano; los jugadores se pintaban de negro, entraban al patio y formaban filas, una rente a la otra; primero las mujeres pegaban a los hombres en la cabeza y luego los hombres respondías. En Turiba, poblado indígena guayanés, se practicaba un juego denominado «la caza del aro», para el cual cortaban bejucos o caña brava y hacía aros, el juego consistía en lanzar uno para que cada miembro de un grupo de cazadores, por turno, tratara de atravesar con su flecha el círculo formado por el aro.
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